En la Biblia, la iglesia es comparada a menudo con la imagen de un rebaño de ovejas. Esto sucede, porque el concepto de «iglesia» como pueblo de Dios proviene del Antiguo Testamento. El rebaño es una metáfora utilizada a menudo a través de los Salmos, los profetas y el Nuevo Testamento. Es una imagen poco analizada y en el vivir de la iglesia a veces cuesta ver a esta imagen en la iglesia.
La tradición de los Salmos describe a Dios habiendo guiado a su pueblo como un pastor: «Como rebaño guiaste a tu pueblo por mano de Moisés y de Aarón.» (Sal 77:2o). El salmista que recuerda la historia de su propio pueblo, une su perspectiva retrospectiva con la imagen del rebaño, con el que designa al pueblo de Dios. Es notable que Dios utilizó a Moisés y a Aarón para guiar a su rebaño. La mismo imagen de rebaño para designar al pueblo de Dios, la utilizan a menudo en los profetas.
De esta manera se encuentra a Dios, descrito como un pastor cuidando a sus corderos: «Como pastor apacentará su rebaño, en su brazo recogerá los corderos,
y en su seno los llevará; guiará con cuidado a las recién paridas.» (Isa 40:11) El profeta Ezequiel, utilizando la misma metáfora, trata de aclarar a su pueblo que Dios también en el exilio está con ellos: «Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño de mi prado, hombres sois, y yo soy vuestro Dios —declara el Señor Dios.«(Eze 34:31) El Profeta contrasta al rebaño con Dios. El rebaño es humano, mientras que su pastor y dueño es Dios.
Esto deja pocas razones para preguntarse por qué Jesús se designa como pastor y a la gente como sus ovejas en el Nuevo Testamento. Por supuesto, él usa esta metáfora del Antiguo Testamento volteando la referencia hacia sí mismo. Hay un pequeño cambio en la metáfora, una divergencia, y el punto de inflexión es Jesús. La metáfora se vuelve más radical por el hecho de que este pastor que es Hombre-Dios, Jesús, se convierte él mismo en un cordero sacrificado. El pastor que se vuelve cordero. Y surge la pregunta que ha surgido durante todo el tiempo después de Jesús: ¿Qué sirve un pastor si se vuelve cordero? ¿Qué sirve un Mesías que sufre? ¡Si alguien será lanzado a los lobos, no lo serán sus ovejas solas, sino el pastor mismo irá por delante!
Una breve vistazo a los textos en los cuales se utiliza esta imagen, indica que en casi todos los textos donde se describe a al pueblo o a la iglesia como rebaño, se trata principalmente de los pastores de esta manada. Ya en los Salmos el énfasis está en Dios el pastor, como ya se pudo apreciar más arriba. Del mismo modo, los profetas nunca llevan al rebaño al centro del escenario, sin enfatizar a los pastores. El conocido Salmo 23 revela este mismo énfasis: «El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce.» (Sal 23: 1-2) Como las imágenes y canciones inspirados en este Salmo se tratan principalmente de este buen pastor, y no tanto de las ovejas, aunque el salmista se asocia directamente a sí mismo como una oveja. No hay traducción que tenga el Salmo 23 con el título «La oveja bendecida«. Lo central es el pastor.
Los profetas subrayan el énfasis del pastor en casi todas las situaciones en que usan la metáfora del rebaño. Los pastores metafóricos, como se vio anteriormente, también pueden ser líderes de un pueblo. Encontramos en los profetas varios llamados a los líderes del pueblo de Dios. El profeta Zacarías, por ejemplo, exclama: «Contra los pastores se enciende mi ira, y a los machos cabríos castigaré; porque el Señor de los ejércitos ha visitado su rebaño, la casa de Judá, y hará de ellos como su caballo de honor en la batalla.» (Zac 10:3)
Si uno se fija en el Nuevo Testamento no encuentra situaciones muy diferentes. El Señor Jesús anima a los suyos: «No temas, rebaño pequeño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino.» (Luc 12:32) Una vez más se trata del Padre, el pastor tiene el mayor énfasis aquí, mientras que al rebaño se le describe como pequeño e indefenso. El versículo se trata de la decisión del Padre como el punto centrar, lo que debe consolar al rebaño. El apóstol Pablo describe a la iglesia de una manera similar, cuando se despide de la iglesia de Éfeso, antes de volver a Jerusalén donde sería entregado a las autoridades: «Sé que después de mi partida, vendrán lobos feroces entre vosotros que no perdonarán el rebaño.» (Hch 20:29). Nuevamente la cualidad central del rebaño es lo indefenso que permanece en el suceder de los eventos. Parece un rebaño que no puede hacer nada para cambiar la venida de los lobos.
¿No es sorprendente lo indefensos que Pablo y Jesús describen a su propia iglesia? ¿Será que nuestra iglesia también pueda estar tan indefensos? ¿O no le damos una opción a esta clase de iglesia? ¿Será que una iglesia pueda llegar a ser una comunidad fuerte y saludable que ya casi no necesita a su buen Pastor? Puede que nuestra iglesia parezca fuerte por ahora, pero eso puede cambiar muy rápidamente. Las llamas en París y Loma Plata han aplanado inmensas inversiones en unas pocas horas (nunca pensé que mencionaría a París y Loma Plata en la misma oración). Las iglesias pueden cambiar rápidamente como también la situación política en cualquier país. La pregunta sigue siendo, ¿en qué confiamos? ¿En nuestra fortaleza y estructuras? ¿En los pastores el estado? ¿En los pastores con prédicas entretenidas y graciosas? ¿A qué pastor escuchamos? ¿Seguimos la voz de nuestro Buen Pastor? Timoteo fue llamado a ayudar a la iglesia a aguantar a estos lobos en Éfeso (1 Tim 1:3). Pero ¿cuánta defensa pudo presentar? La tradición cristiana cuenta que Timoteo fue martirizado en un ataque de unos grupos que mataban a cristianos con garrotes y piedras. Imagino que Timoteo habrá preguntado: ¿Cómo seguir detrás de nuestro Buen Pastor, sin volverse uno de los lobos feroces y atacar de vuelta?
La tradición sobre la muerte de Timoteo sigue del periodo medieval del año 1260, en el Flos Sanctorum y más tarde llamado Libro de las vidas de los santos, por Santiago de la Vorágine:
Timoteo: que fue Obispo de Éfeso … haciendo una fiesta los Gentiles, en la cual enmascarados usaban de una bárbara crueldad contra los hombres y mujeres que topaban por las calles, dándoles muchos golpes con unas macas (garrotes) que llevaban en las manos y matando a muchos ellos; pensando que con aquel sacrificio aplacaban a sus dioses, el santo Obispo los reprendió y procuró a parar de aquella sacrílega locura; y haciendo de él con gran crueldad y fiereza, le arrastraron y le dejaron por muerto. Los Cristianos acudieron y le hallaron boqueando y poco después dio su espíritu al Señor, y su cuerpo fue sepultado en un lugar llamado Pión, con gran sentimiento y devoción de los Fieles.
Flos Sanctorum o Libro de las Vidas de los Santos, pág. 125
La fe en Jesús fue llamada «el Camino» en Hechos 19:9. Esto hace alarde a que es un seguir al Cristo. No es solamente una decisión, sino que la decisión es el inicio y que el seguir es la vida. Por algo los llamados por Jesús eran llamados discípulos (μαθητής), que significa aprendices. Era una escuela de por vida. Especialmente para Pedro que a pesar de meter la pata varias veces, negándole al Señor tres veces y luego ocasionar un problema entre judaizantes y gentiles (Gál 2:11-13). Pedro sigue aprendiendo lo que es seguir al Buen Pastor hasta el final de su vida.
Los macas, eran llamados así por lo que representaban. En la mitología griega, estos eran los demonios del combate. El «aplacar a los dioses», a que el Flos Sanctorum se refiere, seguramente se refiere a esta clase de rituales de combates que eran ataques terroristas y de vandalismo. En Éfeso también estaban los Amazonas que eran llamados los «matadores de hombres», que en sus rituales mataban a hombres para adorar la Artemisa, diosa de la caza, de la virginidad, nacimientos y que traía sanidad a mujeres enfermas. (R. Clark Kroeger & C. Clark Kroeger, 1992, I Suffer Not a Woman, pág. 185) Aunque parezca quizá algo desorbitada la violencia de Éfeso, ayuda a entender porque al empezar el alboroto en Éfeso por la «gran Artemisa«, los discípulos e incluso algunas autoridades amigos de Pablo le rogaron «que no se arriesgara a entrar en el teatro.» (Hch 19:29-31) El grito de guerra de los Macas había terminado con la vida de Timoteo. Pero ni Jesús, ni Pablo, ni Timoteo se unieron a este grito de guerra.
Jesús dice: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.» (Juan 10:11) El Buen Pastor no es el que agarra las armas y defiende, sino el que se lanza ante los lobos por amor a sus hermanas y hermanos. No para seguirle a los lobos, sino para ser fiel hasta el final. En Jesús no solo se ve Dios hecho hombre, sino también Pastor hecho cordero. El cordero que fue sacrificado, ese es nuestro Buen Pastor. Nosotros, sus ovejas indefensas, solo estamos a salvo mientras que estemos con nuestro pastor. Jesús tuvo compasión de la gente porque no tenían pastor: «El vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor.» (Mar 6:34) Cuidado con correr detrás de otros pastores que no reflejan la voz del buen pastor. ¡Quedémonos con el Buen Pastor! Solo entonces podemos ser salvos:
Los salvará el Señor su Dios aquel día como rebaño de su pueblo;
Zacarías 9:16
porque como piedras de una corona brillan sobre su tierra.
El grito de victoria de la iglesia no es como lo hacen en las guerras, sino el grito de victoria de los que siguen a Jesús es diferente:
Mientras el Chapulín Colorado grita «síganme los buenos», el Buen Pastor grita «síganme los indefensos».