Las primicias como también Abel son palabras que pocas veces cruzan nuestros labios hoy en día. Nuestros diálogos giran alrededor de otros temas. Sin embargo, para un cristiano en tiempos de Jesús, estos temas eran muy importantes y eran parte del engranaje teológico del pueblo de Dios.
Las primicias
¿Qué son?
Las primicias son un elemento clave que apareció agradable a Dios ya antes de que Moisés hubiera recibido la ley del Señor. Más abajo trataremos sus orígenes. Las primicias o los primeros frutos son lo primero que se sale de lo que puede producir fruto. Esto constituye una larga lista, pero en general son lo que sale de la tierra (Exo 23:16), lo que crece en los árboles frutales (Num 18:13) y lo que sale de vientres animales y humanos (Exo 34:20).
De las plantaciones como de trigo y cebada debían traer la primera pre-cosecha al Señor. Así también de los frutos que maduran antes que la gran mayoría del árbol. Aquí en Paraguay existe la marca de Harina «Primicia» (lastimosamente no es sponsor del blog todavía). Pero la conexión puede ayudar a entender el concepto de la calidad y la importancia de las primicias que sean dedicadas al Señor.
¿Quién puede comerlo?
Las primicias que debían ser llevadas al Señor, esto es al templo o tabernáculo, o a donde los sacerdotes oficiaban el culto a Dios, solo las podían comer los sacerdotes. Gran parte era quemada por completo, como un holocuasto. El quemar o matar a algo en el sentido religioso era generalmente considerado como que uno no roba lo que le pertenece a Dios. Esto ocurre en guerras, como también en los sacrificios de redención del primer hijo o primeras vaquillas o cabritas.
En Num 18:13 se explica que estas ofrendas son la porción para los sacerdotes:
Los primeros frutos maduros de todo lo que hay en su tierra, que traigan al SEÑOR, serán tuyos [hablando a los sacerdotes]. Todo el que esté limpio en tu casa podrá comer de ello.
(Num. 18:13 LBA)
Es aquí donde nos llega a interesar de dónde surge la cuestión de las primicias.
Abel y las primicias
¿Qué tiene que ver Abel con las primicias? Pues es en la historia de Gen 4:2-4 donde encontramos la primera vez la idea de las primicias. La historia de Caín y Abel es un enigma para muchos del por qué Dios prefirió la ofrenda de Abel a la de su hermano mayor. Pero al parecer la llave al enigma está en el concepto de las primicias. Veamos como se desarrolla este concepto:
Dios acepta el sacrificio de Abel
A diferencia de su hermano Caín, Abel elige algo especial de la cosecha: los primogénitos y la grosura. Estos dos elementos son los que le gustan a Dios. La razón del por qué le gusten estos elementos no nos incumbe aquí, sino la razón de diferenciar entre las ofrendas presentadas por los hermanos. Leamos como lo explica la historia misma:
Y aconteció que al transcurrir el tiempo,
Caín trajo al SEÑOR una ofrenda del fruto de la tierra.
También Abel, por su parte, trajo de los primogénitos de sus ovejas y de la grosura de los mismos.
Y el SEÑOR miró con agrado a Abel y a su ofrenda.
(Gen. 4:3-4 LBA)
La carta a los hebreos parece favorecer esta interpretación, cuando explica que el sacrificio de Abel fue mejor que él de Caín. No se trata de una diferencia entre animales y vegetación. Esto queda claro también en el concepto de primicias más tarde en la ley, que es de todo, animal, frutos, cosechas e incluso personas.
Por la fe Abel ofreció a Dios un mejor sacrificio que Caín,
por lo cual alcanzó el testimonio de que era justo,
dando Dios testimonio de sus ofrendas;
y por la fe, estando muerto, todavía habla.
(Heb. 11:4 LBA)
Lo curioso de la explicación de Hebreos 11:4 es acerca de Abel 1) su sacrificio fue mejor, 2) era justo, 3) está muerto y 4) «todavía habla». ¿Cómo llega a tantas conclusiones el autor de Hebreos?
Abel, el primer mártir
En tiempos de Jesús, Abel fue considerado entre los justos que fueron matados injustamente justamente por su justicia. Esta es la idea de un mártir. En dos de los evanglios, Jesús denuncia a los fariseos de injustamente matar a justos (Mat 23:35 / Luc 11:51). Jesús los denuncia,
para que recaiga sobre ustedes la culpa de toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías.
(Matt. 23:35 NVI)
Recordemos que en Génesis Dios dijo a Caín: «La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra» (Gen. 4:10). Aquí notamos la idea de la sangre justa de Abel, que clama. Pero si Caín recibió su castigo y recibió su marca de protección (Gen 4:15), ¿por qué entonces nos dice Hebreos que Abel sigue hablando?
Abel en el Seol
La carta a los Hebreos sigue una tradición que también encontramos en el libro de Enoc. En el capítulo 22, Enoc es llevado a un lugar metafísico, que no realmente podríamos llamar el cielo, pero tampoco el infierno. El libro lo llama un lugar en el occidente, o allá donde termina nuestro mapa. Aquí Enoc ve un monte y «en medio de él había cuatro cavidades, cuyo interior era muy profundo, ancho y liso [tres oscuras y una luminosa, que tenía en medio una fuente de agua]» (1 En 22:2).
Según este escrito judío de 150 años antes de Jesús, aquí es donde se colocaban los espíritus de los muertos. Y las diferentes cavidades separaban los justos de los pecadores (1 En 22:9-11). Justamente de esta cavidad luminosa con la fuente de agua, sale una voz especial que alcanzaba al cielo. Enoc le pregunta al ángel Rafael, ¿de quién es esta voz? Y el ángel le responde:
Este es el espíritu salido de Abel,
al que mató Caín, su hermano,
al que denuncia hasta que perezca su simiente sobre la faz de la tierra
y desaparezca su estirpe de la raza humana.
(1 Enoc 22:7)
¿Y qué dice la Biblia?
Todo esto nos parece algo extraño y quizá algo exagerado que haya alguna conexión entre la Biblia y este texto. Pero parece haber una conexión. En Gen 4:11 Dios le reta a Caín:
Ahora pues, maldito eres de la tierra,
que ha abierto su boca
para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.
(Gen. 4:11 LBA)
Para muchos judíos piadosos, en tiempos de Jesús, la pregunta era quién iba a interceder por ellos, si es que Templo y los sacerdotes se habían unido a la política de los Herodes y los romanos. Abel y los profetas, como dice Jesús, fueron estos héroes, como también para la carta a los Hebreos. Aunque las cavidades no son necesariamente lo encontramos en la Biblia, sí lo volvemos encontrar en la famosa Comedia Divina, de Dante Alighieri.
Abel, Jesús y las primicias
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con Abel, Jesús y las primicias? Pues, Abel ofreció las primicias, lo especial de su cosecha, en contraste con solo «una ofrenda» cualquiera de Caín. Por envidia se mató al justo. Esto conecta no solo a Abel con las primicias, sino que también nos muestra lo que sucedió a Jesús. Este también ofreció su vida como ofrenda agradable. Y es en su muerte donde se encuentra la envidia de los injustos que mató al justo. La última pregunta que nos queda por resolver aquí es, ¿qué conexión tiene entonces Jesús y las primicias?
Abel, primicia de la muerte
Abel es el primer personaje de la Biblia que muere. Pero no necesariamente es ahí donde tiene poder la muerte, esto ya sucede mucho antes, en el Edén. En la historia de la Biblia, Abel queda como aquel primer justo que murió injustamente. El problema de la muerte no se podía evitar y esto llevó a los judíos a encontrar en Abel a un intercesor por los justos que son matados por opresores. En este sentido Abel es una figura de cómo un oferente de las primicias, obediente, justo y agradable al Señor tiene que sufrir la muerte a manos de los injustos, desobedientes, y no agradables al Señor.
Jesús, primicia de la resurrección
Jesús ingresa en esta misma figura. Hace lo correcto, pero igual muere por mano de los que desobedecen al Señor. Su sangre también clama por justicia de Dios, por sus justos y fieles. Como la sangre del Señor Jesucristo, así también su espíritu, el Espíritu Santo, «intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios» (Rom 8:27). Jesús intercede por justicia, así como Abel.
Esto conecta el Apóstol Pablo con las primicias. Por un lado, nosotros tenemos las primicias (primeros frutos) del Espíritu (Rom 8:23) y por el otro, Jesús es la primicia, un primer fruto, de los que murieron (1 Cor 15:20). La resurrección de Jesús es la primicia de la gran cosecha que vendrá en el juicio final. De esta manera, Santiago también lo conecta a su manera:
Él nos hizo nacer por la palabra de verdad,
para que fuéramos las primicias de sus criaturas.
(Jas. 1:18 LBA)
Lo agradable al Señor es representado aquí como las primicias. Entre los humanos, los que son nacidos de nuevo por la palabra de Dios, Jesús, serán esta elección agradable para el Señor. Esto aclara también por qué Pablo llamó a los cristianos a ser un «sacrificio vivos» y «olor fragante» para nuestro Dios (Rom 12:1, 2 Cor 2:15). Pero ¿cuál es, finalmente, la diferencia entre Abel y Jesús?
La diferencia está en la sangre
En pocas palabras, la sangre de Abel grita, pero la sangre de Jesús salva! Abel sí puede ofrecer un consuelo para los justos, al saber que Dios traerá justicia a los malhechores. Aunque nuestra realidad parezca lo contrario, la sangre de Abel y Jesús representan que la injusticia no quedará impune. Esto es lo que la carta a los Hebreos nos quiere transmitir, cuando al hablar de lo temeroso que fue cuando Dios habló a Moisés en el Sinaí:
Tan terrible era el espectáculo, que Moisés dijo:
ESTOY ATERRADO Y TEMBLANDO.
Vosotros, en cambio, os habéis acercado … a Dios,
el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos,
y a Jesús, el mediador del nuevo pacto,
y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel.
Mirad que no rechacéis al que habla.
Porque si aquéllos no escaparon
cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra,
mucho menos escaparemos nosotros
si nos apartamos de aquel que nos amonesta desde el cielo.
(Heb. 12:21-25 LBA)
Conclusión
Las primicias agradaron a Dios y distinguieron a Abel de Caín. El justo que fue matado por el injusto. Abel fue entendido como una voz de los justos clamando por justicia. Mientras que Abel fue la primicia de los vivos a morir, Jesús es la primicia de los muertos a vivir. Su sangre no solo clama, sino nos salva del juicio divino. La voz de los justos ha transitado de Abel a una voz mayor, la de Jesucristo. Él se ocupará de la cosecha de nuestra resurrección, siendo él la primicia de ella.
¡La sangre de Abel clama, pero la sangre de Jesús salva!
Bibliografía:
Freedman, David Noel, ed. The Anchor Yale Bible Dictionary. Yale University Press, 2008.
Gruenwald, Ithamar. Rituals and Ritual Theory in Ancient Israel. Leiden, Holanda: Brill, 2003.
Rigsby, Richard O. “First Fruits.” The Anchor Bible Dictionary.
Ropero, Alfonso, ed. Gran Diccionario enciclopédico de la Biblia. Barcelona, España: Clie, 2017.
Sarna, Nahum M. Genesis. JPS. Philadelphia, PA, EE.UU.: Jewish Publication Society, 1989.
Traducción del libro de Enoc:
Díez Macho, Alejandro, ed. Apócrifos del Antiguo Testamento: Ciclo de Henoc. Vol. IV. Madrid, España: Cristiandad, 1984.