La búsqueda de tesoros ha sido una constante a lo largo de la historia de los humanos. Ya desde la literatura de la antigua Mesopotamia encontramos esta idea: el personaje Guilgamesh encuentra una planta en el fondo del mar que puede proveerle la inmortalidad, pero una serpiente se la roba por haberse quedado dormido.[1] Unos siglos más tarde encontramos menciones de la famosa Fuente de la juventud, la cual daría agua que rejuvenecería. De la esperanza en encontrarla ya sabemos desde Heródoto (siglo IV a.C.).[2] Búsquedas de elementos que pueden liberarnos de las garras de la muerte, han habido siempre.
En la tradición cristiana, la búsqueda de la vida eterna también ha sido una de sus constantes. Sin embargo, Jesús relata dos parábolas como en un combo, que transmiten una fuerte idea de haber encontrado lo que pueda ocasionar este cambio en la vida tan anhelada. Estas parábolas son: El tesoro escondido y La perla de gran valor. En otro artículo he explicado qué son las parábolas y como se interpretan. Aquí aplicamos lo ya explicado.
Las 2 parábolas
Las parábolas del tesoro y la perla solo encontramos en el evangelio de Mateo y dicen lo siguiente:
El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Mateo 13:44-46 (LBLA)
El punto central de la parábola
Como hemos visto las dos parábolas llevan una lista de paralelos entre ellas. Esto es la razón por la que normalmente se entiende como unidas.
Junto con Craig Blomberg podríamos decir que el punto central es: «El reino de Dios es tan valioso, que vale la pena sacrificarlo todo para ganarlo.»[3] De este modo la parábola del tesoro y su seguridad para no perderlo, valen al hombre todo lo que tiene. Así mismo la perla de gran valor, vale más que cualquier cantidad de otras perlas finas que se podían encontrar. El hombre y el mercader dejan todos sus planes y sus bienes para la causa de recibir y mantener el reino de los cielos.
¿Qué significan los detalles de estas parábolas?
Las parábolas presentan algunos detalles muy curiosos: 1) el tesoro encontrado es nuevamente escondido (Mat 13:44); 2) pareciera ser que es la alegría del hallador la razón de vender todo (Mat 13:44); 3) ¿por que un tesoro y una perla?
1. ¿Por qué el hombre que encuentra el tesoro lo vuelve a esconder?
Algunos dicen que el esconder el tesoro, que aquí representa el reino de los cielos, demuestra que no se necesita predicar el evangelio. Habiendo visto el punto central de la parábola es difícil que el esconder tenga que ver con mantener en secreto el evangelio, sino mucho más con la seguridad de no perderlo. Hoy en día depositamos estos tesoros en los bancos, pero incluso estos tienen mayormente su bóveda bajo tierra. No se trata de esconder el reino, sino evitar perderlo.
2. ¿Es la alegría del hallador la razón de vender todo?
La parábola del tesoro pareciera indicar que «de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mat 13:44). Aunque pueda ser una de las mayores alegrías, el paralelo con la parábola de la perla de gran valor indica que se trata finalmente del valor de lo encontrado. El venderlo todo a cambio de lo que Jesús presenta encontramos en varias ocaciones a lo largo de los evangelios.
a) En Marcos 8:35-37, Jesús dice lo siguiente: «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?«
b) En Lucas 18:22, Jesús dice al joven rico: «Vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme.«
c) Finalmente encontramos en Mateo 19:29 que Jesús promete a sus discípulos: «todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.«
3. ¿Por qué un tesoro y una perla?
Estos dos elementos son especiales, muy valiosos. Los dos elementos están relacionados con las piedras preciosas. Las perlas y los las piedras aparecen también en el libro de Apocalipsis donde se nos describe la Jerusalén celestial. Aquí las doce puertas son cada una de una sola perla (Apo 21:21), y las piedras preciosas describen el aspecto de Dios en el trono como también la Jerusalén celestial (Apo 4:3; 21:19). Aunque no podemos tener certeza en estas conexiones, no pareciera ser coincidencia que Jesús haya juntado estos elementos al hablar de la vida eterna.
¿Y la tercera parábola?
Justo después de estas dos parábolas, el combo del tesoro y la perla valiosa, Jesús añade una tercera. Esta parábola es conocida como la de la red. Aquí Jesús presenta una la alternativa a encontrar el tesoro o la perla:
El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase; y cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
Mateo 13:47-50 (LBLA)
Esta conclusión a las dos parábolas anteriores aclaran las dos opciones que Jesús presentó a sus oyentes: la vida eterna cuesta una entrega total.
Conclusión
Las parábolas van unidas por sus varios elementos paralelos. Su mensaje es el mismo y es: El reino de Dios es tan valioso, que vale la pena sacrificarlo todo para ganarlo. Interpretar todos los detalles como metáforas o analogías a otros elementos unidos al reino es complicado y en casi todos los intentos los intérpretes se enredan. Por algo Jesús predicaba sobre buscar los tesoros en los cielos y no acá en la tierra (Mat 6:19-20, 12:35; 19:21; Mar 10:21; Luc 12:34). Nuestros tesoros a veces nos ciegan y nos olvidamos de tantos hermosos tesoros a disfrutar que Dios ya nos ha dado. Que nuestra búsqueda del tesoro sea celestial: entregándolo todo, por la alegría de lo cerca que está el reino de Dios.
[1] D’ Agostino, Franco (2007), Gilgameš o La conquista de la inmortalidad. Madrid, España: Trotta.
[2] Heródoto, Historias. Libro III, XXIII
[3] Blomberg, Craig L. Interpreting the Parables. 2nd ed. Downers Grove, IL, USA: IVP Academic, 2012, pág. 381.