En el libro de los Jueces, en el capítulo 13, encontramos un muy curioso pasaje que habla del anuncio y nacimiento del muy conocido Sansón. Aunque esta no es la historia de Sansón mismo, es la de cómo sus padres reciben el anuncio de su nacimiento. Lo más insólito de este pasaje es que nos brinda algo de información sobre cómo Dios pueda comer un sacrificio y las maravillas del ángel mensajero.
Resumen del pasaje
El texto nos relata que el ángel del Señor vino junto a la mujer de Manoa, anunciándole que apesar de su esterilidad, ella dará a luz a un hijo, por lo que debería cuidarse ella y el hijo de elementos inmundos. La mujer le contó a Manoa lo sucedido pero no sabiendo que era el hombre que habían era el ángel del Señor, aunque se le parecía. A esto, Manoa le pide al Señor para que vuelva el «hombre» y vuelve el ángel pero junto a la mujer de Manoa, y este debe venir junto a él.
Una vez que el ángel le explique a Manoa que le escuche a su esposa según las instrucciones divinas, Manoa le quiere ofrecer un asado. El ángel se niega a comer y Manoa sigue la corrección del ángel y le ofrece el holocausto a Dios. En una subida de llamas, el ángel se va con una llama del altar al cielo. A esto Manoa y su mujer se postran, pensando que morirán por haber visto a Dios. Pero la mujer argumenta que no tendría sentido el anuncio del hijo y todo esto, si Dios querría matarlos.
El ángel maravilloso
Este ángel del Señor parece ser el personaje más asombroso de toda la historia. En primer lugar el autor de Jueces nos explica que fue el ángel del Señor que vino junto a la mujer de Manoa (Jue 13:3, 9, 13, 15, 16, 17, 18, 20, 21). Pero ni la mujer ni Manoa le reconocen como tal. La mujer dice que «un hombre de Dios vino a mí» (Jue 13:6). Mientras que el narrador de la historia siempre se refiere a este hombre como el ángel del Señor, Manoa y su mujer siguen hablando de un hombre (Jue 13:6, 8, 10, 11). Pero más tarde se nos explica que «Manoa no sabía que era el ángel del Señor» (Jue 13:16), hasta que se nos dice que sí lo supo (Jue 13:21).
1. ¿Hombre o Dios?
Es interesante la confusión entre un hombre de Dios y el ángel del Señor de esta pareja. Es más, según la mujer el «aspecto [del hombre] era como el aspecto del ángel de Dios, muy imponente» (Jue 13:6). Ciertamente se podía confundir a este ángel con un hombre imponente. De verdad nos hace recordar cuando Dios visitó a Abraham en forma de tres hombres y come con él (Gén 18:1-8). O cuando Jacob peleó contra el hombre/Dios y este le lesiona la cadera (Gén 32:22-31).
Se puede notar una fuerte conexión entre el ángel del Señor y una corporalidad de Dios mismo. Y las evidencias que da la Biblia parecen afirmar que cuando se ve al ángel del Señor, se haya visto a Dios. Como Jacob que había «visto a Dios cara a cara» (32:30), también Manoa exclama que «ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios» (Jue 13:22).
2. Alguien maravilloso
Aunque pueda ser confundido con un humano, también tenía un aspecto diferente. Así lo explica la mujer de Manoa: ¡imponente! Además, cuando Manoa quiere saber el nombre del ángel del Señor, este le responde lo mismo que el hombre/Dios había respondido a Jacob: «¿Para qué preguntas por mi nombre?» (Gén 32:29) // «¿Por qué preguntas mi nombre?» (Jue 13:18). Sin embargo, en la respuesta a Manoa, hay una adición, ya que el ángel dice que su nombre es maravilloso o incomprensible.
Teniendo estas similitudes con Dios, parece ser una revelación divina en forma y tiempo. En un sentido que se pueda decir que Dios estaba en frente a un árbol y no detrás, o afuera de la carpa y no adentro. Es esta espacialidad que Dios ha tomado, a lo que el AT suele referirse con el ángel del Señor. Pero es de suma importancia notar que el ángel no acepta la comida que Manoa le ofrece. Mientras que Dios había comido con Abraham, es curioso que aquí la corporalidad no come con Manoa. La razón no es una necesaria separación entre este ángel y Dios el Señor.
3. La comida y la subida
El ángel explica a Manoa que «no comeré de tu alimento [lit. pan], mas si preparas un holocausto, ofrécelo al Señor» (Jue 13:16). El ángel no quiere comer la comida de Manoa. Pero sí parece quere clarificar a Manoa con quién está tratando. Mientras que Manoa prepara el holocausto para el SEÑOR, el ángel hizo maravillas delante de la pareja. No sabemos si apuró el fuego o hizo que flotara la ofrenda. El texto es ambiguo: «Y Manoa tomó el cabrito… y lo ofreció…al Señor, e hizo maravillas mientras que Manoa y su mujer observaban.» La pregunta clave es ¿quién hace las maravillas? Existen tres opciones:
- Manoa, quien sería según el texto el sujeto de la acción. Sin embargo, el versículo termina que Manoa y su mujer observaban a estas maravillas. Por lo tanto, lo más probable es que no es Manoa quien hace las maravillas.
- El Señor que aparece como último referente, justo antes de la frase de las maravillas. Teológicamente es muy comprensible que Dios haría las maravillas. También es la mejor opción del texto mismo. Sin embargo, el personaje que estuvo presente hasta ahora era el ángel del Señor.
- El ángel del Señor, quien ha estado haciendo cosas desde el inicio hasta el final. El ángel y el Señor se parecen mezclar nuevamente, como con el nombre. Lo más probable es que este ángel del Señor sea una corporalidad de Yahvé mismo.
Son estas señales, más la última maravilla, las que dejan a Manoa y su mujer postrados y temblando de miedo al saber de quién se trataba. Esta última acción del ángel parece ser una especie de subirse por un ascensor al cielo. «Sucedió que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendió en la llama del altar» (Jue 13:20).
Dios y el mundo sobrenatural
En nuestros días, nos hemos sacado la idea de las teofonías. Pareciera ser que las telefonías alcanzaron un nivel más alto en nuestro vocabulario que las teofonías. Nada en contra del teléfono, pero el mundo sobrenatural ha quedado desplazado desde la así llamada «desmitologización» de la Biblia. El pasaje presenta un caso claro: El ángel subió con la llama al cielo. Pues si hoy subimos bien arriba nos encontraremos con unos satélites de Jeff Bezos, en vez de con el ángel del Señor, aunque subiendo un poco más sin la indumentaria necesaria, quizá éste también se nos podría aparecer.
Aquí la Biblia explica que Dios aparece en forma del ángel del Señor y que puede bajar y subir, o para nosotros ir y venir de su morada celestial a nuestra terrenal. Aquí el altar es una de las conexiones entre los dos mundos. Pero es la ofrenda o el holocuasto que conecta los mundos. La piedra (altar) de por sí queda sagrado para estas conexiones, pero es la acción ritual que convierte el altar en un nexo. El ángel del Señor o Dios no dependen de un altar, pero es nuestra manera de contactar al mundo celestial. Es por esto que el ángel del Señor «ascendió en la llama del altar»(Jue 13:20).
Espera, ¿Dios come?
Quizá escucharon la pregunta de un niño cuestionando sobre porqué se le tiene que quemar la carne para Dios en los sacrificios. Una respuesta suele ser que no le gusta comerlo, sino más bien olerlo, como una fragancia. Sin embargo, el fuego es una manera que Dios también puede aparecer. Varios profetas suelen decir que Dios viene con fuego. El fuego está relacionado con las teofonías desde el pacto de Dios con Abraham (Gén 15:17), al bautismo de Jesús «con el Espíritu Santo y fuego» (Mat 3:11), hasta «el Hijo de Dios, que tiene ojos como llama de fuego» (Apo 2:18).
Una manera de entender lo que sucede en los sacrificios es que Dios los «consume» por medio del fuego. En nuestro pasaje de Jueces 13, «la llama del altar subía al cielo,» a donde el ángel también se fue. De esta manera podemos ver como Dios come. Curiosamente el ataque a los ídolos es justamente que son «dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen» (Deut 4:28). El Dios Yahvé, el Dios de los vivos, es uno que puede ver a su pueblo en angustia, que puede oír el clamor de los suyos, puede comer los sacrificios y puede oler la fragancia que emite nuestra vida como un sacrificio vivo para él (2 Cor 2:15; Ef 5:2; Fil 4:18)
Conclusión
Manoa recién pudo ver y entender las maravillas que Dios hacía, cuando dejó de querer controlar las teofonías de su mujer y seguir sus indicaciones. A veces Dios elige lo menos conocido para presentarse y debemos cuidar que lo respetemos siendo el soberano. En vista a lo comentado, y respetando la soberanía del Dios vivo de la Biblia, lo encontramos comiendo por medio del fuego, subiendo el ascensor al cielo. Este mismo Dios es el que pudo ver y oler a Cristo en su sufrimiento por nosotros como también ve y huele lo que tú y yo hacemos con nuestras vidas. Que nuestra vida pueda emitir una olor a Cristo Jesús.
Bibliografía
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Sommer, Benjamin D. The Bodies of God and the World of Ancient Israel. New York, NY, EE.UU.: Cambridge University Press, 2009.