Las 74 personas que vieron a Dios y comieron con él.

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En Éxodo 24 tenemos un curioso pasaje en el cual al menos unas 74 personas comen con Dios y dice el texto «ellos vieron a Dios y comieron y bebieron«. Sin embargo, más tarde Dios le dice a Moisés: «No puedes ver Mi rostro; porque nadie Me puede ver, y vivir” (Ex. 33:20). ¿Qué vieron entonces estas 74 personas?

La teofonía del monte Sinaí, por Yoram Raanan.

¿Quiénes fueron estas 74 personas?

Las 74 personas se componen en primer lugar de los 70 ancianos elegidos por Moisés para liderar al pueblo de Dios. Además de estos, también se encuentran Moisés mismo y Aarón, el hermano de Moisés y el Sacerdote general del pueblo, líder oficiante del culto a Yahvé. Finalmente, se acoplaron los dos hijos mayores de Aarón, Nadab y Abiú, que iban a ser los líderes sacerdotales directamente debajo del Sacerdote general, su padre Aarón.

¿Con qué propósito Dios los mandó subir a los 74?

El propósito general por el que Dios hace subir estas 74 personas al monte Sinaí, es fundamentalmente para confirmar su presencia en estas apariciones a Moisés, el líder del pueblo. Con esto también se confirmaría para estos 70 y los tres sacerdotes (Aarón, Nadab y Abiú), que el pacto que Dios haría con el pueblo mediante Moisés era verídico y de origen claramente divino y celestial.

Qué vieron estos?

El texto de Éxodo 24:9-11 curiosamente nos describe dos elementos que vieron estas 74 personas. En primer lugar leemos: «vieron al Dios de Israel» (Éxo 24:10). Algunos afirman que, como en otros pasajes (Éxo 33:20; Jn 1:18; 6:45-46; 1 Tim 6:16; 1 Jn 4:12), ver a Dios es imposible. No resolveremos la duda de la posibilidad de la clase de visión que es o no posible aquí. Pero sí debemos reconocer que el texto parece indicar una clara visión de Dios por estas 74 personas. Esto se nos clarifica cuando el texto incluso explica que aquí sucedió algo fuera de lo normal: «Mas Él no extendió su mano contra los príncipes de los hijos de Israel; y ellos vieron a Dios» (Éxo 24:11).

El segundo elemento que vieron es lo que había debajo de los pies de Dios. Esto lo encontramos descrito de la siguiente manera: «Debajo de sus pies parecía haber una superficie de lapislázuli de color azul brillante, tan clara como el mismo cielo.» (Éxo 24:10 – NTV). Dios podría haber estado de pie como en la visión de Amós (Am 9:1), o sentado en su trono como en la visión de Miqueas (1 Re 22:19). ¿Qué fue entonces esta superficie de lapislázuli?

Lapislázuli y la morada de Dios

El color azul, o también traducido como zafiro (DHH, RV60 y LBLA, todos de la palabra sappîr del hebreo ספיר), viene de la piedra o gema llamada lapislázuli. El lapislázuli se encontraba entre las piedras especiales que estaban conectadas con santuarios y moradas divinas en todo el Antiguo Oriente Próximo. Echemos un breve vistazo a cómo era utilizado esta gema tan peculiar.

Portón de Ishtar, de Babilonia en tiempos de Nabucodonosor (575 a.C.) Los ladrillos revestidos de azul quieren representar el lapislázuli.

1. Yahvé, Dios de Israel

En primer lugar consideraremos lo que han visto estas 74 personas de acuerdo con la morada celestial del Dios de Israel, Yahvé. La superficie se puede considerar como el trono de Dios mismo. Esto no nos dice Éxodo, pero sí encontramos una visión similar en el libro de Ezequiel, cuando dice: «algo semejante a un trono hecho de lapislázuli» (Ez 1:26). Lo más probable es entonces que en Éxo 24, Dios estaba sentado, ya que los pies estaban sobre la superficie lapislázuli.

¿Pero qué habrían entendido el pueblo cuando hubiera escuchado la descripción de los 70 ancianos? No se explica nada en el libro de Éxodo, que esto se refiere a un trono. Para ponernos en el lugar de la gente de aquel entonces y leer esta visión de los 74, necesitamos entender a otras culturas y a qué se conectaba este lapislázuli.

Estatua de lapislázuli del dios egipcio Ptah; aprox. 945–600 a.C., foto del Museo Metropolitano de Nueva York.

2. Ra, dios de Egipto

Recordemos que el pueblo de Dios había llegado al monte Sinaí desde Egipto. Mucho se habrá aceptado de la cultura egipcia, ya que esta gente había quedado unos 430 años en con los egipcios (Éx 12:40). Pues en Egipto se adoraban a los dioses egipcios, y es Ra, el dios del sol quien tenía una rango superior en el panteón divino según los egipcios. En una de las paredes de las tumbas de Seti I, Ramsés II y Ramsés III en Tebas (1294-1153 a.C.), fechados muy cerca del tiempo de Moisés, sino el mismo tiempo, encontramos un texto muy interesante como este dios Ra se revelaba:


«Ahora pues, su majestad ¡vida, prosperidad, salud! era antigua. Sus huesos eran de plata, su carne de oro y su cabello de genuino lapislázuli

Deliverance of Mankind from Destruction, 1-5. ANET, pág. 11


De alguna manera, estos metales o gemas se conectaban con las deidades ya en la antigua Egipto. Los hebreos salientes de Egipto probablemente lo asociaban con una fidedigna visión de una deidad, lo que encontramos en Éx 24:10, cuando los 74 vieron la superficie de lapislázuli.

El dios Ra-Harachte y Amentit, la diosa de Occidente, pintura de aprox. 1298-1235 a.C., foto The Yorck Project.

3. Inanna, diosa de Babilonia antigua

De la misma manera en los textos babilónicos de la región de donde había salido Abraham, Ur (Gén 11:31), se adoraba a la diosa Inanna. En la épica de Gilgamesh, nos es relatado que esta diosa Inanna, llega «al palacio de lapislázuli«, que también es traducido como «monte de lapislázuli«. Este monte o palacio queda en el inframundo, fuera del alcance de los humanos. (ANET, Inanna’s Descent to the Nether World, 70-80, pág. 54)

Como en las otras culturas, también aquí existen palacios y montes de lapislázuli que son considerados moradas de los dioses, en este caso los babilonios. Es interesante que el elemento más fascinante que la arqueología nos ha proveído sobre esta diosa Inanna, también llamada Ishtar, es la famosa Puerta de Ishtar, que tiene una inscripción del mismo Nabucodonosor, y está reconstruida en el museo de Pérgamo en Berlín. La puerta tiene la fascinante conexión que está revestida con una cerámica vidriada del color lapislázuli.

Reconstrucción de la Puerta de Ishtar.

4. Baal, dios de Canaán y Ugarit

Por otra parte debemos recordar, que el pueblo de Dios estaba transitando por Sinaí hacia Canaán, la tierra prometida. Interesantemente, el pueblo también tuvo muchos puntos de contacto con esta gente, y no nos olvidemos que Abraham, Jacob e Isaac venían de esta zona. Tres generaciones toman su tiempo y llevan a una adaptación.

También en Canaán que tenían una fuerte religión ugarítica del norte de Israel, encontramos estas conexiones del lapislázuli con las deidades. En los escritos conocidos como Ciclos de Baal, encontramos un poema dirigdo al dios Baal donde se le quiere construir una morada o un templo. Dice así:


Constrúyase una casa a Baal como la de los dioses,
una mansión, sí, como la de los hijos de Atiratu …
¡Que te aporten los montes abundante plata
las colinas el más preciado oro,
que te aporten las más nobles gemas;
y construye una casa de plata y de oro,
una casa del más puro lapislázuli! …
De prisa una casa sea construida,
de prisa sea alzado un palacio
en las cumbres de Safón.

Ciclos de Baal, KTU 1.4 v1-55


Cabe resaltar que la morada de Baal estaba relacionado con esta gema selecta: lapislázuli. La palabra Safón significa norte, pero también se refiere al monte de Baal. En contraste con Yahvé que estuvo en el sur sobre Sinaí, Baal estaba en el norte sobre el Safón.

¡Si había algo que conectar para los hebreos ante el monte Sinaí, era algo de una morada de su Dios Yahvé! Además, desde Egipto donde salieron porque Dios había ejecutado su «sentencia contra todos los dioses de Egipto» (Éxo 12:12), les esperaban los dioses de la tierra prometida donde estaban los cananeos con su dios Baal. La importancia del episodio de la visión de los 74 aquí en la Biblia nos hace entender lo que tramaba Dios Yahvé y lo que estaba ejecutando.

La Estela de Baal con un Rayo, encontrada en las ruinas de Ugarit. Aprox del siglo 15-13 a.C. Foto: Jastrow

¿Es pues el cielo de Dios azul?

Quizá ya nos esté sonando la conocida de Christian Castro: «Azul azul como el mar azul«, que casi como un refrain para este artículo. Como si todo fuera azul si se trata de las deidades. Sin embargo, cabe preguntarnos si cuando hoy en día alguien vería al cielo o al trono de Dios, ¿lo vería con los mismos colores?

Puede que sí como que no. La Biblia no intenta de darnos información sobre los colores de los muebles o construcciones celestiales. En este episodio en Éxodo 24, Dios se ha mostrado de una manera con el claro elemento del lapislázuli. Con esto trató de dar el mensaje a los 74 personas que él estaba sobre el trono y en el palacio divino. Yahvé era el Dios que ganaba a los demás. Y si este le pedía a los israelitas a no tener otros dioses a lado de él, se lo decía el mandamás en los cielos.

Si el trono de Dios será un mueble al estilo cultural de la época del Éxodo o un mueble a ser utilizado en el futuro por los humanos, no creo que sea determinante para el mensaje. Lo que sí es fundamental es que Dios como mandamás en los cielos estaba en su trono sentado con los pies bien puestos y firmes.

Conclusión

En Éxodo 24:9-11, Moises sube al monte Sinaí con los 70 ancianos del pueblo. allí estos ven a Dios y comen con él. Pero los pies de Dios están sobre una superficie de lapilázuli. Esta gema representa algo de tronos y moradas divinas a lo largo de las culturas del Antiguo Oriente Próximo. Desde Egipto hasta Canaán, las moradas de las deidades estaban conectadas con el lapislázuli.

Lo que entresaca este factor cultural común, es que los 70 ancianos podían confirmar junta a Moisés y Aarón que el Dios Yahvé estaba en su trono celestial, que era el Dios que le había ganado a los dioses egipcios y que estaba preparado en su monte en el sur de Israel para combatir al dios Baal que se situaba en el monte Safón, también llamado el monte Hermón, al norte de Israel. Dios se mostró a estos ancianos de tal forma, para que estos podían confirmar que era el Dios más fuerte, él que le ofrecía al pueblo hacer un pacto con ellos, y que habrían de temerlo más que a los demás dioses.

Bibliografía

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