El Tercer Templo – Parte II

La Disputa del Sacramento, por Rafael, en 1509.

9 min.

Mucho se ha hablado y discutido sobre un tercer templo. Como he explicado en un artículo anterior, que el concepto de un templo en la Biblia surge ya muy temprano y en el Antiguo Testamento llega a su cúspide con el templo de Salomón. Luego de la destrucción de éste en 587/6 a.C. y también la destrucción del segundo templo construido por Zorobabel y embellecido por Herodes el grande en 70 d.C., la pregunta ha sido ¿qué sucedió con las promesas de un templo del Señor en medio su pueblo?

La pregunta crucial

Cómo se han interpretado estas promesas y esperanzas acerca de un templo futuro, se han explicado aquí. Sin embargo, la pregunta crucial ya la había expresado Salomón antes de construir el templo:[1]


¿Morará verdaderamente Dios sobre la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, cuánto menos esta casa que yo he edificado.

1 Reyes 8:27


En este sentido pareciera que Salomón mismo en su sabiduría ya pronunció la pregunta que llevará al pueblo de Dios a preguntársela especialmente en tiempos de Jesús. ¿Puede Dios estar con nosotros? ¿Si se destruye el templo, Dios queda destruido también?

La casa de Dios para Israel

La evidencia arqueológica, como también la bíblica nos indica que hubieron otros templos en Israel antes del templo salomónico. Además, el concepto de la casa de Dios es más un lugar sagrado en el cual Dios está más cerca o accesible que en otros lugares. Jacob, también llamado Israel, tiene un sueño en Betel, donde había visto lo siguiente:


había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y he aquí, el Señor estaba sobre ella

Gén 28:12-13


Aunque existen diferentes maneras de cómo interpretar los sueños, más aquí, el sueño Jacob lo interpreta en el mismo capítulo y podemos entender lo que Dios quizo mostrar a este patriarca Israel:


Ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía. Y tuvo miedo y dijo: ¡Cuán imponente es este lugar! Esto no es más que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo.

Gén 28:16-17


Para Jacob éste lugar era la casa de Dios, es decir un templo, como también la puerta al cielo. Por suerte él marcó el lugar con una piedra consagrándola con aceite, para que se pueda volver a encontrar tal lugar (Gén 28:18). En el momento de que el templo de Salomón y el templo de Herodes, no podían cumplir con su propósito, es a este texto que se volvió para saber qué es lo que se debía volver a buscar. En la tradición cristiana, especial el Evangelio según Juan, la carta a los Hebreos y el Apocalipsis de Juan toman muy en cuenta esta temática.

El sueño de Jacob, por Marc Chagall.

El evangelio de Juan

En el evangelio de Juan leemos que Jesús, al iniciar su ministerio llama a algunos discípulos que a su vez invitan a otros. Uno de estos es Andrés y otro es Felipe. Los dos nos dicen qué creían acerca de Jesús. Mientras que para Andrés Jesús era «el Mesías (que traducido quiere decir, Cristo)» (Jn 1:41), mientras que para Felipe Jesús era «aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas» (Jn 1:45).

Cambio de paradigma: del lugar a la persona

El escéptico Natanael tenía una fuerte desconfianza hacia la ciudad de origen de Jesús, Nazareth. Pero al demostrar algunos trucos típicos para Jesús (Jn 1:47-48), Natanael creyó exclamando «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» A esto Jesús respondió aludiendo al sueño de Jacobo:


En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.

Juan 1:51


Mientras que para el patriarca Israel (Jacobo), lo imponente era el lugar, para el evangelio de Juan es el Hijo del Hombre. Lo que caracterizaba la casa de Dios y la puerta al cielo para Jacobo, para Jesús era él mismo. No es por nada que Jesús puedo anunciar a la mujer samaritana «Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre» (Jn 4:21).

El cuerpo de Cristo: templo de Dios

Además de la alusión al sueño del patriarca, Juan se vuelve incluso más explícito, cuando explica a lo que Jesús se refería al decir: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Jn 2:19). El evangelista agrega el versículo explicativo a lo que Jesús dijo, es decir:


Pero Él hablaba del templo de su cuerpo.

Juan 2:21


Pero ¿cómo podemos saber si hablaba del tercer templo? ¿No podría haber querido decir un templo diferente o que su cuerpo también fuera como un templo? El problema queda más claro al ver como en el evangelio de Juan el cuerpo de Jesús representa el de Ezequiel. No solo es Jesús la puerta al cielo (Jn 1:51; 10:9), sino que como del templo de Ezequiel emanaba un río de agua, un río de aguas vivas emanaron del costado del cuerpo de Jesús:


Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua.

Juan 19:34


Ian Paul nos explica que, el agua del cuerpo de Cristo fue anticipado por Jesús cuando dijo que las escrituras habían dicho sobre él, que «de lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva» (Jn 7:38).[2] Además, cuando el discípulo Tomás dudó Jesús no solo le mostró las heridas en sus manos y pies (Luc 24:39), sino que:


Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Juan 20:27


Pareciera que el cuerpo de Jesús es el nuevo templo, la puerta al cielo, la casa de Dios, la gloria de Dios. Juan seguramente lo concluiría con un «más claro agua

La crucifixión, por Andreas Pavias en el siglo XV. Foto por Europeana.

Hebreos

Aunque la palabra templo no aparece en toda la carta a los hebreo, la carta está llena de imágenes templarias. Jesús, como el sumo sacerdote, santifica a los creyentes «mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida de una vez para siempre» (Heb 10:10). En cierto instante el escritor compara a los cristianos (judíos y gentiles) al pueblo de Dios ante el monte Sinaí. El monte de Dios ha sido un claro indicio a su hábitat terrenal, como lo era el templo.

Del monte Sinaí el autor de la carta escribe: «Tan terrible era el espectáculo, que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando« (Heb 12:21). En contraste los cristianos se han «acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios vivo» (Heb 12:22). Aunque pareciera ser una referencia clara acerca de Jerusalén, la ciudad de David, Hebreos sigue explicando a qué se refiere:


la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea general iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto.

Hebreos 12:22-24


Para el autor de Hebreos queda claro que el templo en donde el Mesías ministra como sumo sacerdote es la Jerusalén celestial.[2] Y es justamente acerca de esta Jerusalén celestial sobre la que el Apocalipsis de Juan nos ayuda a entenderla mejor.

Nueva Jerusalén, fresco en la basílica de San Cástor, siglo XIX. Foto: Warburg.

Apocalipsis

El libro del Apocalipsis de Juan utiliza la palabra templo unas 16 veces. Inicialmente, en las siete cartas a las iglesias, a la de Filadelfia se le promete que «vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios» (Apo 3:12). Aunque pareciera ser que aquí tenemos una idea de un templo futuro, en todo el libro el templo siempre es de Dios (Apo 3:12; 7:15; 11:1-2; 11:19), o salen o entran ángeles en él (14:15, 17; 15:15-6; 15:8; 16:1; 16:17). Las dos características están relacionadas con el templo celestial: 1) «El templo de Dios que está en el cielo fue abierto» (Apo 11:19) y 2) «Salió otro ángel del templo que está en el cielo» (Apo 14:17). Sin embargo, hay una excepción.

Cuando por última vez que la Biblia menciona el templo (Apo 21:22), lo hace al hablar de la nueva Jerusalén. Sea como se entienda que bajará esta ciudad de Dios, Juan observa un detalle sorprendente:


Y no vi en ella templo alguno, porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero.

Apocalipsis 21:22


Jerusalén celestial – tapiz en el Château d’Angers, siglo XII. Foto: Octave 444

Conclusión

La idea de un tercer templo quedó afirmado y establecido en la tradición cristiana. Sin embargo, en contraste con otras esperanzas, el templo no se constituyó mediante de piedras sino por medio del cuerpo de Cristo, su iglesia, el cordero y el cielo. Jesús y su iglesia son las piedras vivientes (1 Ped 2:5) de una casa espiritual, y no necesitan otro sacrificio de reconciliación o mediador que Jesucristo mismo. La vida del creyente es lo único que puede ser un sacrificio de gratitud hacia Dios, como lo define Pablo:


Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios.

2 Corintios 2:15

Presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional.

Romanos 12:1


Bibliografía

[1] Schiffman, Lawrence H. “The importance of the Temple for Ancient Jews.” Págs. 75–93 en Jesus and Temple: Textual and Archaeological Explorations. Editado por James H. Charlesworth. Minneapolis, MN, EE.UU.: Fortress, 2014, pág. 75.

[2] Paul, Ian. “What Do We Learn from ‘doubting’ Thomas?” Psephizo, 27 April 2019. https://www.psephizo.com/biblical-studies/what-do-we-learn-from-doubting-thomas/.

[3] Attridge, Harold W. “The Temple and Jesus the High Priest in the New Testament.” Págs. 213–37 en Jesus and Temple: Textual and Archaeological Explorations. Editado por James H. Charlesworth. Minneapolis, MN, EE.UU.: Fortress, 2014.

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