En la entrada anterior a este blog se analizó a Dios como un guerrero, luchando para que su creación pueda surgir en un orden establecido por Dios mismo. En especial se analizó la narración de la Creación y el Cántico de Moisés luego del Éxodo. Aquí se analizará a Dios como guerrero y enemigo contra su propio pueblo.
Después del Éxodo de Egipto, el pueblo de Dios se asentó en la tierra prometida, lo que sería el territorio que hoy se conoce como el Estado de Israel y también en la zona del presente Estado Palestino. El reino tomó su verdadero auge con David y Salomón. Pero el pueblo de Dios, en conjunto con sus gobernantes empezaron a dejar de vivir una vida como Dios se la había ordenada. La desviación en los gobernantes está registrado en los libros de 1-2 Reyes, y la del pueblo entero se encuentra en los profetas.
1. La presencia de Dios protege
Como Dios había prometido a Abraham que «Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré» (Gén 12:3); el pueblo empezó a utilizar la presencia de Dios como un seguro contra cualquier mal. Durante el peregrinaje del pueblo de Dios a través del desierto hacia la tierra prometida, la presencia de Dios estaba representada en la columna de nube o de fuego que descendía, al quedarse, sobre el arca del pacto. El Salmo 46 demuestra como el pueblo de Dios estaba seguro de que nadie podría ganarles porque Dios estaba en medio de ellos cuidándolos:
4 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo. 5 Dios está en medio de ella, no será sacudida; Dios la ayudará al romper el alba. 6 Bramaron las naciones, se tambalearon los reinos; dio El su voz, y la tierra se derritió. 7 El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob.
La presencia de Dios era la protección. Primero con Abraham, luego en el arca del pacto dentro del tabernáculo y finalmente en el templo de Salomón. Dios moraba entre los dos querubines encima del arca del pacto en medio del lugar santísimo del templo (Éxo 25:22; 1 Sam 4:4; 1 Rey 8:6-8).
2. Los profetas reclaman el abuso del pueblo
Cuando el pueblo de Dios estaba viviendo en total desacuerdo con lo que el pacto entre Dios y su pueblo había establecido, ellos confiaban todavía en la presencia de Dios como una protección. Pensaban que mientras que Dios esté en el templo allí con ellos, estaban protegidos, no importando la vida que lleven. Es justamente lo que el profeta Jeremías reclamó al pueblo cuando predicó en el templo mismo lo siguiente:
3 Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: Enmendad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar. 4 No confiéis en palabras engañosas, diciendo: “Este es el templo del SEÑOR, el templo del SEÑOR, el templo del SEÑOR.” 5 Porque si en verdad enmendáis vuestros caminos y vuestras obras, si en verdad hacéis justicia entre el hombre y su prójimo, 6 y no oprimís al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni derramáis sangre inocente en este lugar, ni andáis en pos de otros dioses para vuestra propia ruina, 7 entonces os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre.
El pueblo decía: como el templo representa la presencia de Dios, estaban a salvos mientras tenemos el templo. Creían que el TEMPLO, sí el TEMPLO, el TEMPLO será su salvación. Cualquier coincidencia con ideas sobre el TEMPLO en los medios, que se esparcen con mucha rapidez, no es ninguna coincidencia. El TEMPLO era todo para estas personas que vivían como querían.
El pueblo vivía como se le antojaba y las acusaciones de Jeremías no son poca cosa: no hacen justicia (los abusos de poder); oprimen al extranjero-huérfano-viuda, o sea a los que no tienen una red económica o social que le pueda dar la posibilidad de no tener que aceptar trabajos inmorales; DERRAMAN SANGRE INOCENTE (en otra época le tocó a Jesús vivir con una generación así), y ¡van detrás de otros dioses! Es interesante que es justo el profeta Jeremías a quien Jesús citó, cuando decía que habían hecho del templo una cueva de ladrones (Jer 7:11 en Mat 21:13; Mar 11:17; Luc 19:46).
3. Dios se pone la armadura
¿Como Dios los va a bendecir? ¿Solamente porque son su pueblo? Es interesante que justamente en los mismos profetas, Dios se vuelve totalmente en contra de su pueblo. Pueda que piense que es una opinión nada más. Puede ser, pero quisiera mostrar por lo menos unos 2 pasajes donde esto sale a luz de manera muy clara. El primero se encuentra en Jeremías y el segundo en Isaías.
a) Jeremías
“así dice el Señor Dios: He aquí, mi ira y mi furor serán derramados sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre el fruto de la tierra; arderá y no se apagará.”
Es parte de la misma prédica que Jeremías da en el templo. «Este lugar» no es solamente la ciudad, sino el templo mismo. La ira y el furor de Dios serán derramadas sobre estos hombres. Dios sacará a sus animales, sus árboles, sus campos y sus cosechas. No habrá fruto que servirá de alimento. Esto será la consecuencia de la ira de Dios contra su propio pueblo. Es curioso que el fuego que no se apagará tiene una idea similar en el Nuevo Testamento, cuando es relacionado con el juicio de Dios (Mat 3:12; 5 veces en Mar 9:43-48; Heb 10:27; Jud 1:7; Apo 20:10). Pero aquí Jeremías parece todavía muy suave. Más tarde el profeta es mucho más claro y agresivo:
Y los cadáveres de este pueblo servirán de comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra, sin que nadie las espante. Entonces haré cesar de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque la tierra quedará desolada.
Esto ya es bárbaro y cruel. Hablando de cadáveres comidos por bestias y aves, sin que nadie los espante, indica que nadie estará allí para velar que los cuerpos de los seres queridos que se descompongan en paz. La voz de gozo y alegría está en paralelo con la voz del novio y la novia, y constan de un dato muy importante para los evangelistas, cuando hablando de que el novio está con los discípulos se refieren a Jesús. Pero claro queda que para Jeremías, Dios se había vuelto en contra de su pueblo, como un guerrero que planea los ataques más feroces.
b) Isaías
El segundo profeta que entendió a Dios de una manera muy similar es Isaías. En el capítulo 6 del libro de Isaías se encuentra su visión de como él está delante del trono de Dios. Como en el templo y sobre el arca de pacto, entre los querubines, donde mora Dios, aquí también están los querubines. Uno de ellos le toca la boca con un carbón encendido para purificar sus labios. Así inicia entonces el diálogo entre Dios e Isaías:
8 oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí: Heme aquí; envíame a mí. 9 Y El dijo: Ve, y di a este pueblo:
“Escuchad bien, pero no entendáis; mirad bien, pero no comprendáis.”
10 Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado. 11 Entonces dije yo:¿Hasta cuándo, Señor? Y El respondió: Hasta que las ciudades estén destruidas y sin habitantes, las casas sin gente, y la tierra completamente desolada; 12 hasta que el Señor haya alejado a los hombres, y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra…”
¡El llamado perfecto para cualquier obrero del Señor! Qué difícil realmente habrá sido este llamado. Dios llama a Isaías que bloquee cualquier entendimiento, que no deje que se convierta el pueblo. Al lector moderno, esto parece más bien un plan siniestro que una ejecución de justicia. Al profeta Isaías también le pareció un llamado terrible, por lo que pregunta: ¿¿Hasta cuándo, Señor?? La respuesta subraya lo indicado de Dios a Isaías, de cerrar los medios de que el pueblo pueda arrepentirse y ser curado. Pueda sonar muy duro para los que han escuchado que Dios siempre perdona. Pero es algo que quizá se debe repensar. ¿Hasta dónde llega la paciencia de Dios? Pareciera ser que hasta aquí habría llegado. Normalmente se citan los pasajes de Isaías 40 y en adelante, porque ya cambian a un tono de ánimo de parte de Dios para su pueblo. Pero se debe dar lugar a la voz de Dios en estas partes también.
De que estuvo enojado Dios en estas situaciones parece haber quedado claro. La ira y el furor quedaron bien explícitos. Finalmente, la descripción de la perspectiva queda expuesta en el libro de Lamentaciones. ¿Cómo lo sintió y lo describió el pueblo a este Dios? Parece que la seguridad del Salmo 46 quedó anulada y contrariada:
Se ha vuelto el Señor como enemigo:
ha devorado a Israel,
ha devorado todos sus palacios,
ha destruido sus fortalezas
y ha multiplicado en la hija de Judá
el lamento y el duelo.
La pregunta inicial fue: ¿Es Dios un guerrero enojado? De acuerdo a lo que dice la Biblia, la respuesta parece ser: SÍ. En algunas ocaciones Dios se revela como un guerrero enemigo enojado. La misma idea conlleva el día del Señor o el juicio final, pero conociendo a un Dios así, ayuda a ponernos en perspectiva. No que él sea un villano arbitrario, buscando a quién castigar. Sino que demuestra que es un juez que busca y encontrará la justicia. Es por eso que es mejor estar de su lado que contra él. A los suyos, los que viven de acuerdo a sus instrucciones, los cuida, los bendice y los protege. Pero sigue siendo un Dios que pueda resultar peligroso. No sorprende que el autor de la carta a los Hebreos haya dicho:
¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!